En mayo del 2007 fueron introducidos, en las operaciones militares del ejército de los Estados Unidos de América, los UAV, vehículo aéreo no tripulado, por sus siglas en inglés, conocidos comúnmente como “drones”. El programa punta de lanza de esta tecnología fue el de los drones Reaper de la empresa General Atomics a la que le llevó seis años su desarrollo al amparo de un contrato gubernamental. Los ataques de los mismos conocidos como “golpes de dron” fueron ampliamente utilizados por la administración del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, quien incluso aprovechó una de las cenas de corresponsales de la Casa Blanca para bromear sobre el tema.
La envergadura de un Reaper es muy parecida a la de una avioneta Cessna mono-motor. Sin embargo, su costo y capacidades se asemejan más a las de un avión de combate F16. Los drones tienen sistemas de armas y vigilancia que pueden llegar a tener aeronaves de combate sacrificando velocidad por tiempo de vuelo lo que los hace muy útiles en labores de vigilancia y reconocimiento sostenido. El sistema de armas Reaper cuesta 120 millones de dólares y se integra por cuatro drones con sus consolas de comando y liga satelital, esto es 30 millones por dron, casi el costo de un caza, según información de Wikipedia.
El desarrollo de los UAVs para supervisión y combate se expandió por el mundo, impulsado por las principales industrias armamentísticas comenzaron con el desarrollo de su propio modelo, como el caso de Israel, Irán, China y Europa a través de Airbus. Fue, sin embargo, Turquía quien produjo uno de los drones más competitivos de la última década: el Bayraktar TB2. Este UAV entró en operación en agosto de 2014 (el TB1 fue el prototipo desarrollado desde el 2007), su envergadura y peso es menor que el Reaper, pero sigue siendo una aeronave grande y muy parecida a una pequeña avioneta. Con un costo de 5 millones de dólares por unidad representa una “ganga” frente al sistema Reaper.
El 14 de julio del 2019 se llevó a cabo en París, Francia el tradicional desfile conmemorativo de la toma de la Bastilla. La atención en aquel día se centró en un “soldado volador” que parecía un motociclista de carreras con fusil en mano parado sobre una plataforma voladora impulsada con propulsión a chorro, a lo que la prensa denominó un “hoverboard” o tabla volante. Causó gran sensación entre los asistentes quienes pensaron que estaban dando una mirada al futuro del campo de batalla: estaban equivocados, tan equivocados como quienes 120 años atrás vieron en la Exposición de París de 1900 los grandes despliegues de globos aerostáticos como el futuro de la aviación.
Dos años antes -15 de marzo del 2017 para ser exacto- el coronel retirado de los Estados Unidos de América Douglas Macgregor describió de manera más acertada y menos pomposa el futuro del campo de batalla a un comité de seguridad del Senado de su país. Indicaba que el ejército de los Estados Unidos debía enfocarse, entre otras cosas, en el nivel operacional y táctico a prepararse para un campo de batalla donde el cielo estaría cubierto por UAVs y “munición vagabunda” (loitering munition), esto es explosivos que han sido desplegados sin un objetivo previo, sino que al vagar (loiter) por el campo de batalla escogen o se les establece un objetivo y lo atacan con explosivos de proximidad.
Hoy en febrero de 2024 vemos en el campo de batalla de Ucrania el despliegue de esta nueva tecnología de drones de una forma bastante diversa y más artesanal, por así decirlo, de lo planteado por el coronel Macgregor. Estos drones son tal como los que podemos comprar por Amazon o en el centro comercial a los que les adaptan o no mecanismos, equipos o explosivos según sea su utilidad. Los drones de tipo cuadricópteros son utilizados primero para vigilancia en el frente de batalla, otorga al operador un punto de vista elevado desde donde pueden observar posiciones y movimientos de elementos de infantería, vehículos o artillería, tanto los propios como los del enemigo. Asimismo, surgió una nueva industria y rol de infantería del dronero (que así igualmente les llaman en los cárteles de la droga que usan esta tecnología) quienes pueden armar y reparar drones desde componentes básicos con cámaras fijas a los que denominan drones FPV (punto de vista de primera persona por sus siglas en inglés) los cuales guían a sus blancos con sus cargas explosivas.
Esta nueva tecnología de guerra tiene una cualidad disruptiva enorme: provee a un costo bajísimo alta eficiencia. Cada sistema de control y comunicación FPV oscila los quinientos dólares y cada dron cuesta unos doscientos dólares sin contar la carga explosiva que puede ser algo que se tenga a la mano como una granada, una carga de mortero, un RPG, mina, explosivos plásticos. Si lo comparamos con los ocho mil dólares que cuesta una sola munición de artillería de 155mm (según reportaje reciente del Wall Street Journal) vemos su gran poder.
Veamos un comparativo: cada uno de los misiles Javelin que la OTAN dio a los ucranianos tiene un costo de $200,000.00 dólares y se usa para destruir vehículos como blindados o tanques. Siendo muy generosos podríamos decir que a este costo se podrían habilitar 50 drones con sus cargas explosivas y distinto equipo de operación. El operador del Javelin tiene un solo intento para dar al blanco, los droneros tienen 50 chances. Y otra cuestión que se ha aprendido es que no es necesario volar por los cielos estos vehículos, sino que en la aplicación real solo es necesario estropearlos lo suficiente para dejarlos inoperantes y dejarlos abandonados en el campo de batalla. Un vehículo Bradley M2A4 tiene un costo de cerca de 4 millones de dólares o si fuera un BTR-90 serían unos 400 mil dólares aproximadamente. Esto a un costo de miles de dólares.
Otro comparativo: hay una trinchera a cuatro kilómetros la que se pide eliminar con fuego de artillería. Como vimos en occidente el costo de cada una de las municiones de 155 milímetros es de 8 mil dólares. Si un cañón lanza una salva de diez disparos a esa posición habrá consumido $80,000.00 dólares, es por eso que los ucranianos igualmente prefieren enviar un dron de menos de quinientos dólares que puede entrar dentro de la trinchera y volarla con sus ocupantes de manera más precisa. Incluso mediante uso de inteligencia artificial que permite al dron avanzar al blanco “obvio” en caso de pérdida de señal.
En conclusión, los drones han contribuido de manera inesperada a inclinar la balanza en el conflicto de Ucrania entre Rusia y la OTAN. En esta guerra de desgaste de tropas, equipo y dinero el que se quede con cantidades críticas de cualquiera de ellos colapsará; quedarán como testimonios de la victoria y la derrota los miles de grabaciones de drones y será recordada esta guerra como aquella donde otra vez todo cambió en el campo de batalla.